domingo, 28 de agosto de 2016

Aspectos controversiales de sus acciones


En 1829 Juan Manuel de Rosas fue proclamado gobernador y capitán general de Buenos Aires. Una semana antes la Sala de Representantes le había otorgado las facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes. Gobernó hasta el 17 de diciembre de 1832, cuando fue reemplazado por el general Juan Ramón Balcarce, pero volvería al poder en marzo de 1835 y su gobierno se prolongaría hasta su derrocamiento en la batalla de Caseros, en febrero de 1852.

Durante el rosismo creció la actividad ganadera bonaerense, las exportaciones y algunas industrias del interior que fueron protegidas por la Ley de Aduanas. Pero Rosas se opuso sistemáticamente a la organización nacional y a la sanción de una constitución, porque ello hubiera significado el reparto de las rentas aduaneras al resto del país y la pérdida de la hegemonía porteña. En aquellos años se profundizó la polarización del país que comenzaba a formarse, en medio de sangrientas luchas intestinas.


A fines de 1880 se escriben obras sobre Rosas en un contexto en el cual primaban visiones negativas sobre Rosas y el rosismo. Éstas habían sido moldeadas esencialmente por los intelectuales de la Generación del 37, quienes al calor del combate contra su gobierno habían forjado una visión de él en la que la barbarie rural, la violencia, la arbitrariedad y el desconocimiento de toda legalidad constituían los rasgos básicos que atribuían al régimen de caudillos y, sobre todo, al más sanguinario y consistente de todos, el de Juan Manuel de Rosas.

Oficialismo rosista y oposición no recurrieron sólo a textos con pretensiones eruditas sino que también difundieron imágenes contrapuestas de Rosas tanto entre las elites letradas como entre el público popular. Vista la cuestión retrospectivamente, algo no puede ser obviado: fue durante la década de 1840 que se produjeron una serie abigarrada de textos de muy distintas características formales pero que contribuyeron a construir todo un relato de la figura de Rosas y de su trayectoria, y fueron ellos los que suministraron las bases para el desarrollo historiográfico posterior, al menos hasta la década de 1980.


La voluminosa producción sobre Rosas y el rosismo entre los años 60 y 70 responden a un fenómeno político-cultural de enorme incidencia: la fusión que se estaba produciendo entre revisionismo y peronismo.

Según Arturo Jauretche:

“(Rosas) defenderá las rutas interiores y entre las primeras los ríos, llaves maestras de la época, porque es a la Nación que él dirige corresponde regular la exportación y la importación y no a las supuestas leyes económicas con que se enmascara la política imperial. La defensa de la soberanía, su resistencia a Francia e Inglaterra, así como sus relaciones con los países disgregados del tronco común tienden a unificar esa política del sistema americano.” (Rosas y su política integradora)


Aunque sin afrontar el desafío de escribir una biografía de Rosas, Tulio Halperín Donghi contribuyó a situar de un nuevo modo su figura en el devenir histórico de la sociedad rioplatense posrevolucionaria. Entre las múltiples novedades que contenía su propuesta, tres no pueden ser soslayadas: por un lado, Halperín volvía a dar relevancia a un fenómeno social que Rosas y sus contemporáneos habían tenido muy en cuenta pero que el desarrollo historiográfico posterior había terminado por menoscabar o simplificar al extremo: el acceso de Rosas al poder había sido posible por lo que Halperín denominaba en 1972 “el alzamiento campesino de 1829, que cambia el destino de la provincia y el país; no el primero ni el último, pero sí el más intenso entre los que en la Argentina protagonizaron poblaciones rurales hartas de guerra”. Por otro lado, porque permitía asignar un significado histórico al rosismo que venía a superar una discusión tan intensa como estéril: para Halperín el rosismo había sido una solución política lentamente preparada por la crisis desatada por la revolución, la guerra y la ruptura del orden económico virreinal hasta transformarse “en la hija legítima de la revolución de 1810”. Por último, porque contenía una nueva manera de explicar la formación de la clase terrateniente porteña a la que en los años siguientes introduciría nuevas variaciones y que implicaba una nueva y más compleja mirada sobre sus relaciones con Rosas. (Tulio Halperín Donghi: De la revolución de independencia a la confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1972, pp. 262-263; Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, p. 419.)


Se trata, por tanto, de prestarles atención simultáneamente tanto a la especificidad con que cada individualidad se relacionaba con su entorno social como a los modos en que ese mundo social plasmaba esa individualidad con base en toda una gama de relaciones.


Rosas no fue siempre el mismo, como no lo fue la sociedad en la que vivió ni lo fue ese fenómeno social y político que denominamos rosismo. No fue sólo lo que quiso ser sino también lo que otros creyeron que era y quisieron que fuera. En ese sentido, quizás acertaba mucho su ilustre sobrino: para poder entender a Rosas y a su época “es siempre interesante seguirle la pista a una creencia popular, ya sea que perjudique o favorezca”. (Lucio V. Mansilla, Rozas. Ensayo histórico-psicológico, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1925, p. 124.)

Relación con las clases altas

Los intelectuales


Para saber qué pensaban los intelectuales de Rosas basta leer algunos de sus escritos. Por ejemplo:
“Concluyó mi aprendizaje de la escuela por una de aquellas injusticias tan frecuentes, de que me he guardado yo cuando me he hallado en circunstancias análogas. Don Bernardino Rivadavia, aquel cultivador de tan mala mano, y cuyas bien escogidas plantas debían ser pisoteadas por los caballos de Quiroga, López, Rosas y todos los jefes de la reacción bárbara…”
(Domingo Faustino Sarmiento, Recuerdos de provincia fragmento tomado de Colegio Nacional de Buenos Aires (1995) Manrique Zago Ediciones, p. 30)
(Al escribir este fragmento, Sarmiento se lamentaba de no haber salido favorecido en el sorteo para continuar sus estudios secundarios en el Colegio de Ciencias Morales. Este mismo fue justamente, clausurado por presión de Juan Manuel de Rosas, en ese momento gobernador de la provincia de Buenos Aires y su único líder de facto).

“Facundo, provinciano, bárbaro, valiente, audaz, fue reemplazado por Rosas, hijo de la culta Buenos Aires, sin serlo él; por Rosas, falso, corazón helado, espíritu calculador, que hace el mal sin pasión, y organiza lentamente el despotismo con toda la inteligencia de un Maquiavelo. Tirano sin rival hoy en la tierra, ¿por qué sus enemigos quieren disputarle el título de Grande que le prodigan sus cortesanos? Sí; grande y muy grande es, para gloria y vergüenza de su patria, porque si ha encontrado millares de seres degradados que se unzan a su carro para arrastrarlo por encima de cadáveres, también se hallan a millares las almas generosas que, en quince años de lid sangrienta, no han desesperado de vencer al monstruo que nos propone el enigma de la organización política de la República.”
Domingo F. Sarmiento (http://bibliotecadigital.educ.ar/uploads/contents/DomingoF.Sarmiento-Facundo0.pdf)
“A Rosas. El 25 de mayo de 1843 (fragmentos).

¡Ah, Rosas! Nada hiciste por el eterno y santo
Sublime juramento que Mayo pronunció;
Por eso vilipendias y lo abominas tanto,
Y hasta en sus tiernos hijos tu maldición cayó!

Cuando de bayonetas se despeñó un torrente
Bordando de victorias el mundo de Colón,
Salvaje, tú dormías tranquilo solamente
Sin entreabrir tus ojos al trueno del cañón.

Y cuando tus hermanos al pie del Chimborazo
Sus altaneras sienes vestían de laurel,
Al viento la melena, jugando con tu lazo,
Por la desierta pampa llevabas tu corcel.

¡Ah! Nada te debemos los argentinos, nada,
Sino miseria, sangre, desolación sin fin;
Jamás en las batallas se divisó tu espada,
Pero mostraste pronto la daga de Caín!

Cuando a tu patria viste debilitado el brazo,
Dejaste satisfecho la sombra del ombú,
Y, al viento la melena, jugando con tu lazo,
Las hordas sublevaste, salvajes como tú.

Y tu primer proeza, tu primitivo fallo
Fue abrir con tu cuchillo su virgen corazón,
Y atar ante tus hordas al pie de tu caballo
Sus códigos, sus palmas y el rico pabellón.

(...)
Sí, Rosas, te maldigo! Jamás dentro mis venas
La hiel de la venganza mis horas agitó;
Como hombre te perdono mi cárcel y cadenas,
Pero como argentino las de mi patria, no.

Por ti esa Buenos Aires que alzaba y oprimía
Sobre su espalda un mundo, bajo su pie un león,
Hoy, débil y postrada, no puede en su agonía
Ni domeñar siquiera tu bárbara ambición.”
(José Mármol.1922. Poesías escogidas, edición crítica dirigida por Calixto Oyuela.)

“A. S. E. el Sr. Gral. D. Justo José de Urquiza
Valparaíso, Mayo 30 de 1852.
Señor General:
Los argentinos de todas partes, aun los más humildes y desconocidos, somos deudores a V. E. del homenaje de nuestra perpetua gratitud por la heroicidad sin ejemplo con que ha sabido restablecer la libertad de la patria, anonadada por tantos años. En cortos meses ha realizado V. E. lo que en muchos años han intentado en vano los primeros poderes de Europa, y un partido poderoso de la República Argentina. Quien tal prodigio ha conseguido ¿por qué no sería capaz de darnos otro resultado, igualmente portentoso, que en vano persigue hace cuarenta años nuestro país? Abrigo la persuasión de que la inmensa gloria esa gloria que a nadie pertenece hasta aquí de dar una Constitución duradera a la República, está reservada a la estrella feliz que guía los pasos de V. E. Con este convencimiento he consagrado muchas noches a la redacción del libro sobre «Bases» de organización política para nuestro país, libro que tengo el honor de someter al excelente buen sentido de V. E. En él no hay nada mío sino el trabajo de expresar débilmente lo que pertenece al buen sentido general de esta época y a la experiencia de nuestra patria. Deseo ver unida la gloria de V. E. a la obra de la Constitución del país; mas, para que ambas se apoyen mutuamente, es menester que la Constitución repose sobre bases poderosas.”
Juan Bautista Alberdi.(http://www.hacer.org/pdf/Bases.pdf)
(Del mismo autor tampoco se puede obviar “El gigante Amapolas”, una obra satírica sobre Rosas y los Caudillos de la guerra civil).

“La sociedad argentina estaba [a 1837] dividida en dos facciones irreconciliables por sus tendencias y sus odios. La federal, vencedora, que se apoyaba en las masas populares y era la expresión genuina de sus instintos semibárbaros, y la unitaria, vencida, en el destierro, con buenas tendencias, pero que había fundado escuelas sin bases locales de criterio socialista y algo antipática por sus arranques soberbios de exclusivismo y supremacía.”
(Esteban Echeverría. 1946. Dogma Socialista de la Asociación de Mayo, precedido de una ojeada retrospectiva sobre el movimiento intelectual en el Plata desde el año 1837. http://trapalanda.bn.gov.ar/jspui/bitstream/123456789/2810/1/008235.pdf)

Todos los autores recién citados, pertenecían a la llamada Generación del ‘37, un movimiento intelectual, que propugnaba el abandono de los modos meramente monárquicos heredados de la colonia española y la instalación de una democracia que garantizara los derechos de los ciudadanos. Estas ideas fueron transmitidas mediante sus obras literarias, influenciadas por el Romanticismo inglés y francés.
Eran jóvenes intelectuales hijos de comerciantes (de la burguesía), criollos con acceso a la educación universitaria y favorecidos por las reformas universitarias llevadas a cabo por Rivadavia, aunque muchos de ellos perfeccionaron sus estudios en las mejores universidades de Europa.
Muchos de sus miembros fueron exalumnos del Colegio de Ciencias Morales (el actual Colegio Nacional de Buenos Aires), formado por Bernardino Rivadavia durante su presidencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata (colegio que, como ya se dijo antes, fue arancelado por Juan Manuel de Rosas en 1836).
Estaban educados en otra concepción de lo tradicional y lo clásico, formados espiritual y científicamente por la enseñanza universitaria o superior, influidos por las ideas liberales e imbuidos del concepto de progreso constante, muy propio del siglo XIX.
Pero lo más los influenció fue el Romanticismo, que les hizo ver que las instituciones y los logros políticos, sociales y económicos eran siempre graduales, producto tanto de la evolución y educación constante, espontánea y dirigida, como de la revolución. Les inculcó además, el concepto de nacionalidad, con las naturales semejanzas entre todos los hombres, por ser todos obra de un mismo Creador.
También eran liberales y progresistas, y endiosaban al pasado que iba desde mayo de 1810 hasta tiempos cercanos. Querían que toda la realidad, a la que conocían mejor que los viejos unitarios, aunque menos que los federales prácticos, se ajustara a esquemas rígidos y preconcebidos. (http://www.monografias.com/trabajos60/generacion-del-37/generacion-del-372.shtml#ixzz4Ifi91M00)
En un principio, consideraban a Rosas un producto de la evolución nacional o americana, algo propio del nuevo medio en formación, una etapa ineludible y necesaria para alcanzar realidades mejores.
En 1837 formaron el Salón literario, lugar en el que se intercambiaban sus ideas. Sus tertulias se orientaban inicialmente a discutir sobre literatura, arte y moda, influidos por el auge del romanticismo en Europa. Secundariamente también discutían sobre cultura y política.
Marcos Sastre fue el principal gestor de estas reuniones en las que la burguesía buscaba canales para expresar su preocupación por el destino del país.
Con el paso del tiempo, los jóvenes del Salón Literario cambiaron de inclinación política, en parte por sus ideas liberales, que contrastaron cada vez más con las situaciones y hechos violentos que veían y que no toleraban. Seleccionaron momentos del pasado, dividiéndolos en aceptables y no aceptables; la Revolución de Mayo la tomaron como aceptable, y descubrieron aquello que, por no cumplido hasta entonces, apuntaba como promesa y programa de acción. Consideraron no aceptable el absolutismo español, y lo vieron proyectado en Rosas, prolongado en odios, luchas, descuido del pueblo y de los intereses de la patria. Esto los hizo apartarse del unitarismo, pero más aún del federalismo.
Sus charlas del Salón Literario fueron tomando cada vez más como temas centrales la cultura y la política.
 Tuvieron que disolver las reuniones del Salón literario luego de seis meses de su creación debido a reiterados llamados de atención de portavoces del gobierno.
Ante la persecución gubernamental, los románticos argentinos buscaron otros destinos para desarrollar su ideario. Así, Gutiérrez,  Alberdi y Echeverría se dirigieron a Montevideo, Sarmiento, a Santiago de Chile, apresado debido a sus constantes ataques al gobierno federal en su diario El Zonda, Marcos Sastre huyó a Santa Fe y luego a Entre Ríos tras recibir una visita a su escuela de miembros de la Mazorca. Así, las ideas fueron diseminándose por todo el territorio, de la mano de sus líderes y de los discípulos de estos que una vez imbuidos del mismo espíritu, lo conducían hacia otros puntos de la patria.

El 8 de julio de 1838, Esteban Echeverría creó una sociedad secreta, de carácter político, llamada La Joven Argentina y conocida tradicionalmente como Asociación de Mayo. Más tarde surgiría el Dogma Socialista. La vigilancia de Rosas impedía actuar a la asociación, debiendo emigrar la mayoría de sus integrantes. Desde el exilio, crearon filiales en el Interior, como el caso de Tucumán, de actuación decidida contra la dictadura. Cuando Rosas se enteró que los exiliados organizaban en el exterior grupos de resistencia, ordenó a la policía y a la mazorca la vigilancia estricta de los bajos del río, lugar donde los fugitivos solían embarcar en forma clandestina.
El 3 de febrero de 1852, el Ejército Grande al mando de Urquiza vence al de Rosas en la Batalla de Caseros. Este último abandonó el campo de batalla y se dirigió a la ciudad, donde redactó su renuncia. Fue en este año en el que Sarmiento escribe “Campaña en el ejército grande” o que  Alberdi redacta la “Bases”, cuyo fragmento se leyó más arriba. De hecho, muchas de las obras de estos románticos tuvieron una crucial importancia en el período conocido

miércoles, 24 de agosto de 2016

Relación con la clases bajas

Los gauchos
La dirección de sus estancias le dio a Rosas un gran conocimiento sobre la vida y las costumbres de sus peones.
"Me propuse adquirir esa influencia a toda costa; para ello fue preciso hacerme gaucho como ellos, protegerlos, hacerme su apoderado, cuidar de sus intereses, en fin no ahorrar trabajo ni medios para adquirir más su confianza." (Juan Manuel de Rosas)
Rosas, el caudillo “gaucho”, creó un discurso simple, de alto contenido simbólico -- al que contribuyen la vestimenta, las imágenes, los emblemas partidarios, las consignas --, apelando a un proceso de recepción mitologizante, que reafirme en las masas su sentido de pertenencia a la nación.
“…su base eran los gauchos y los orilleros, a lo que unió los negros, fomentando sus tambores y candombes, asistiendo a sus bailes africanos en plena plaza Victoria. Demócrata por temperamento, las masas populares fueron su baluarte” (Ernesto Quesada).
Veamos como ejemplo: cuando fue electo gobernador su colega el general Martín Rodríguez, estalló una revolución, dirigida por el coronel Manuel Pagola, que ocupó el centro de la ciudad. Rosas se puso a disposición de Rodríguez, e inició el ataque, derrotando completamente a los rebeldes. Los cronistas de esos días recordaron la disciplina que reinaba entre los gauchos de Rosas.
Más adelante, durante la dictadura de Lavalle, Rosas fue uno de los que organizó la resistencia y otra vez, fueron los gauchos los que enfrentaron a los jefes unitarios.


Los indígenas
En cuanto a su relación con los indígenas se pueden resaltar dos facetas: por un lado, hay que tener en cuenta su participación en la campaña del desierto (que por otra parte no estaba mal visto en su época)
Pero por otro lado causaba admiración en los llamados “indios amigos”. Para poner un ejemplo, cuando este asumió por segunda vez la gobernación de la provincia, el cacique Catriel en Tapalqué declaró:
“Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis indios moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras esposas e hijos. Todos los que están aquí pueden atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha dicho y aconsejado ha salido bien.”
Años después de la caída de Rosas, el mismo Catriel señalaba:
“Nuestro hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que nos regaló vacas, yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron, invadimos todos juntos”
Esto se debía tanto al acercamiento que había logrado con las tribus (como puede leerse en la segunda cita como a lo ocurrido en la conquista del desierto: Rosas logró poner de su lado al ejército, a los estancieros y la opinión pública. Y el agradecimiento de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron libres de saqueos importantes por muchos años. Sin embargo, el único grupo de indios que no fue totalmente dominado, los ranqueles, siguieron siendo vistos como un problema para los habitantes de estas provincias.
El precio a pagar por la paz fue sostener a las tribus amigas con entregas anuales de ganado, caballos, harina, tejidos y aguardiente. A partir de este momento, las tribus cazadoras dependieron de las entregas de alimentos, y fueron considerados por los bonaerenses como costosos parásitos del erario público, olvidando que —desde el punto de vista de Rosas— los pagos eran un precio a pagar por el uso de territorios que ellos consideraban suyos. Esta actitud pacificadora, y el cumplimiento de los pactos celebrados, le ganaron a Rosas el respeto de algunos de los jefes de los indios amigos.
Los sectores populares urbanos
Como ya se mencionó anteriormente, Rosas contaba con un gran apoyo de los sectores populares. Transformó a las masas populares, de súbditos más o menos pasivos, en interlocutores de una relación política que, si bien demagógica, consulta a estas masas sobre las cuestiones más importantes. Conformó un escenario  político en que las masas se transforman en actoras. El líder o caudillo encuentra maneras de dirigirse a esas masas conformando un imaginario político nuevo, distinto al que había creado el liberalismo constitucional rivadaviano y los unitarios. Ese espacio político era un espacio dramático personalista de diálogo simbólico entre el caudillo y el pueblo, en una relación simbiótica de identificación e interacción, que resultó crucial para el desarrollo del ideario político e histórico del estado nación que se estaba gestando.
Rosas ensaya mecanismos institucionales de consulta y participación popular que van desde el plesbiscito y el voto, hasta las movilizaciones políticas. Suma a los símbolos políticos identificados con la reciente nacionalidad, como la bandera nacional, el escudo y el himno, nuevos símbolos identificados con su partido y su persona: el uso del color rojo en los uniformes militares y en las ropas civiles, tanto en la ciudad como en la campaña, la adopción de un estilo “rosista” de cabello y de barba, el empleo del rojo en la decoración de frentes y el mobiliario, el uso del retrato del dictador en las celebraciones civiles y religiosas. Consulta con frecuencia la voluntad política de las masas: en momentos de reclamar la Suma del Poder Público, que le daba el poder legítimo de constituirse en Dictador, como condición para asumir su segunda gobernación, no se conforma con la aprobación y el voto unánime de los miembros de la Cámara de Representantes de la provincia de Buenos Aires, sino que solicita también la consulta  popular por medio de un plebiscito realizado en la ciudad y en la campaña para legitimar su poder, reclamando el consentimiento directo de las fuerzas populares además del apoyo de los operadores políticos. Sus partidarios debieron movilizar a toda la población  para el voto.
Rosas inicia la “educación” política de las masas  populares, convenciéndolas de que el caudillo representa la ley y tiene el derecho de ejercer la violencia si es necesario en defensa de la ley, según él mismo la interpreta. El caudillo es capaz de comunicarse con el pueblo, y esto lo transforma en un representante legítimo de la voluntad popular y en un interlocutor e intérprete de las aspiraciones  políticas del pueblo. Entre el caudillo y el pueblo hay diálogo, no importa que sea un tirano.

En el caudillismo hay una idealización casi mística de lo popular. El pueblo idolatra a su caudillo porque  previamente el caudillo se ha hecho a imagen y semejanza del pueblo. Esto no significa que el caudillo no tenga sentimientos ambiguos hacia el pueblo, puesto que el caudillo es un ambicioso de poder. Pero el caudillo no tiene identidad política independientemente de su pueblo: son un “yo” y un “otro”, que se dan mutuamente identidad y se esclavizan a un tiempo. La relación es naturalmente dramática, por eso la profusión de ceremonias  públicas políticas: ambos necesitan esa reafirmación para saber que existen, para poder verse reflejados como en un espejo. Por eso también la difusión de las imágenes del caudillo: el pueblo se ve y se reconoce en el caudillo, al adorarlo se adora en un acto de elemental narcisismo. El caudillo se siente, en nombre del pueblo, defensor de los ideales de la nación. Defiende tanto el cuerpo como el espíritu de la Nación, su territorio como sus valores y su religión. Este tipo de caudillismo (diferente a la dictadura del  proletariado concebida por Lenin) es el modo que asume el poder autoritario popular en los gobiernos de las burguesías nacionales.(http://www.lagazeta.com.ar/viva_rosas.htm#05)

Su posición frente a las grandes potencias europeas

 Los peores problemas empezaron con Francia: la política exterior francesa había permanecido en un perfil bajo por dos décadas, hasta que el rey Luis Felipe intentó recuperar para Francia su papel de gran potencia, obligando a varios países débiles a hacerle concesiones comerciales y, cuando era posible, reducirlos a protectorados o colonias. Desde 1830, Francia buscaba aumentar su influencia en América Latina y, especialmente, lograr la expansión de su comercio exterior.
Al ver que la argentina no estaba organizada constitucionalmente, pensaron que podían, al menos, obligarla a concesiones comerciales. En noviembre de 1837 el vicecónsul francés se presentó al ministro de relaciones exteriores, Felipe Arana exigiéndole la liberación de dos presos de nacionalidad francesa. También reclamaba un acuerdo similar al que tenía la Confederacion Argentina con Inglaterra y la excepción del servicio militar para sus ciudadanos (que en ese momento eran dos).
Arana rechazó las exigencias. Por su parte, Rosas no se oponía a reconocer a los residentes franceses en el Río de la plata el derecho a un trato similar al que se daba a los ingleses, pero había encarcelado a varios franceses acusados de espionaje. Se produce entonces un conflicto diplomático y las naves francesas, que estaban estacionadas en el Río de la Plata, a fines de marzo de 1838 bloquearon el puerto de Buenos Aires y todo el litoral del río perteneciente a la República Argentina. El bloqueo se mantuvo por dos años generando una obligada política proteccionista, más allá de la Ley de Aduana. Esto produjo ciertas grietas en el bloque de poder, ya que el bloqueo se extendió a las provincias litorales para debilitar la alianza de Rosas con ellas, ofreciendo  levantar el bloqueo contra cada provincia que rompiera con él.
Esto afectó mucho la economía de la provincia de Buenos Aires al cerrar las posibilidades de exportar. Eso dejó muy descontentos a los ganaderos y a los comerciantes, muchos de los cuales se pasaron silenciosamente a la oposición.
En octubre de 1840, finalmente, por el tratado Mackau - Arana, Francia pone fin al bloqueo. El gobierno de Buenos Aires se comprometió a indemnizar a los ciudadanos franceses, les otorgó los mismos derechos que a los ingleses y decretó una amnistía.
Concluido el conflicto con Francia, Rosas prohibió la navegación por los ríos interiores a fin de reforzar la Aduana de Buenos Aires, único punto por el que se comerciaba con el exterior. Bloqueó el puerto de Montevideo y ayudó a Oribe a invadir el Uruguay y a sitiar la capital en 1843.
Durante largo tiempo, Inglaterra había reclamado la libre navegación por los ríos Paraná y Uruguay para poder vender sus productos. En cierta medida, esto hubiera provocado la destrucción de la pequeña producción local, pero la única provincia beneficiada por esa política fue la de Buenos Aires, ya que se prohibía comerciar por los puertos fluviales.
Debido a esta disputa, el 18 de septiembre de 1845 las flotas inglesas y francesas bloquearon el puerto de Buenos Aires e impidieron que la flota porteña apoyara a Oribe en Montevideo. Uno de los objetivos políticos fundamentales del bloqueo era impedir que la Banda Oriental cayera en poder de Rosas y quedara plenamente bajo soberanía argentina. Las potencias extranjeras lograron vencer la fuerte defensa que hicieron las tropas de Rosas, dirigidas por su cuñado Lucio Norberto Mansilla en la batalla de Vuelta de Obligado, pero meses más tarde fueron derrotados en la batalla de Quebracho. Esas batallas hicieron demasiado costoso el triunfo, por lo que no se volvió a intentar semejante aventura.
Eso significaba un trato de igual a igual, y un reconocimiento de la confederación argentina como un estado soberano.

 Su labor de estadista y diplomático fue llamada genial por sus enemigos extranjeros… (…) Aunque resistir una agresión de la escuadra anglo-francesa parecía una locura, Rosas lo hizo. No pretendía con su fuerza diminuta imponerse a la fuerza grande, sino presentar una resistencia. Artilló la Vuelta de Obligado, y allí les dio a los anglo-franceses una lección de coraje criollo el 20 de noviembre de 1845. No ganó, ni pretendió ganar, ni le era posible. Simplemente dio al mundo la lección de cómo los pequeños pueden vencer a los grandes, siempre que consigan eliminar los elementos internos extranjerizantes y atinen a manejar con habilidad y coraje sus posibilidades.

¿Qué lo llevó a convertirse en el jefe político más influyente de la época?


·        El acercamiento que tenía con las clases bajas de la sociedad.
·        El derrocamiento de Dorrego y su posterior fusilamiento a manos de Lavalle, que colocó a Rosas en el primer plano de la política.
·        Rosas gozaba de un gran predicamento entre sectores populares de Buenos Aires, y, de esta forma, aparecía ante los terratenientes de la provincia como el único capaz de contener y encauzar las demandas de las clases bajas.



¿Por qué lo llamaban "El Restaurador"?

Cuando Rosas asume su primer gobierno de la Provincia de Buenos Aires, recibe el título de "Restaurador de las Leyes e Instituciones de la Provincia de Buenos Aires". En ese momento, Argentina se encontraba en un período de guerra civil y anarquía. Al tomar el gobierno de la Provincia de Buenos Aires y, posteriormente, impulsar el Pacto Federal, termina con ese período, convirtiéndose en el “Restaurador de las Leyes” que había sido nombrado.

actividades que desarrolló

En sociedad con Luis Dorrego —hermano del coronel Manuel Dorrego— y con Juan Nepomuceno Terrero fundó un saladero; era el negocio del momento: la carne salada y los cueros eran casi la única exportación de la joven nación. Acumuló una gran fortuna como ganadero y exportador de carne vacuna.
En 1818, por presión de los abastecedores de carne de la capital, el director supremo Juan Martín de Pueyrredón tomó una serie de medidas en contra de los saladeros. Rápidamente, Rosas cambió de rubro: se dedicó a la producción agropecuaria en sociedad con Dorrego y los Anchorena, que también le encargaron la dirección de su estancia "Camarones", al sur del río Salado.

Fue el sector terrateniente el que sustentó el liderazgo rosista. La estructura social durante este período  estuvo basada en la tierra. La gran estancia era la que confería status y poder.