miércoles, 24 de agosto de 2016

Relación con la clases bajas

Los gauchos
La dirección de sus estancias le dio a Rosas un gran conocimiento sobre la vida y las costumbres de sus peones.
"Me propuse adquirir esa influencia a toda costa; para ello fue preciso hacerme gaucho como ellos, protegerlos, hacerme su apoderado, cuidar de sus intereses, en fin no ahorrar trabajo ni medios para adquirir más su confianza." (Juan Manuel de Rosas)
Rosas, el caudillo “gaucho”, creó un discurso simple, de alto contenido simbólico -- al que contribuyen la vestimenta, las imágenes, los emblemas partidarios, las consignas --, apelando a un proceso de recepción mitologizante, que reafirme en las masas su sentido de pertenencia a la nación.
“…su base eran los gauchos y los orilleros, a lo que unió los negros, fomentando sus tambores y candombes, asistiendo a sus bailes africanos en plena plaza Victoria. Demócrata por temperamento, las masas populares fueron su baluarte” (Ernesto Quesada).
Veamos como ejemplo: cuando fue electo gobernador su colega el general Martín Rodríguez, estalló una revolución, dirigida por el coronel Manuel Pagola, que ocupó el centro de la ciudad. Rosas se puso a disposición de Rodríguez, e inició el ataque, derrotando completamente a los rebeldes. Los cronistas de esos días recordaron la disciplina que reinaba entre los gauchos de Rosas.
Más adelante, durante la dictadura de Lavalle, Rosas fue uno de los que organizó la resistencia y otra vez, fueron los gauchos los que enfrentaron a los jefes unitarios.


Los indígenas
En cuanto a su relación con los indígenas se pueden resaltar dos facetas: por un lado, hay que tener en cuenta su participación en la campaña del desierto (que por otra parte no estaba mal visto en su época)
Pero por otro lado causaba admiración en los llamados “indios amigos”. Para poner un ejemplo, cuando este asumió por segunda vez la gobernación de la provincia, el cacique Catriel en Tapalqué declaró:
“Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis indios moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras esposas e hijos. Todos los que están aquí pueden atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha dicho y aconsejado ha salido bien.”
Años después de la caída de Rosas, el mismo Catriel señalaba:
“Nuestro hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que nos regaló vacas, yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron, invadimos todos juntos”
Esto se debía tanto al acercamiento que había logrado con las tribus (como puede leerse en la segunda cita como a lo ocurrido en la conquista del desierto: Rosas logró poner de su lado al ejército, a los estancieros y la opinión pública. Y el agradecimiento de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron libres de saqueos importantes por muchos años. Sin embargo, el único grupo de indios que no fue totalmente dominado, los ranqueles, siguieron siendo vistos como un problema para los habitantes de estas provincias.
El precio a pagar por la paz fue sostener a las tribus amigas con entregas anuales de ganado, caballos, harina, tejidos y aguardiente. A partir de este momento, las tribus cazadoras dependieron de las entregas de alimentos, y fueron considerados por los bonaerenses como costosos parásitos del erario público, olvidando que —desde el punto de vista de Rosas— los pagos eran un precio a pagar por el uso de territorios que ellos consideraban suyos. Esta actitud pacificadora, y el cumplimiento de los pactos celebrados, le ganaron a Rosas el respeto de algunos de los jefes de los indios amigos.
Los sectores populares urbanos
Como ya se mencionó anteriormente, Rosas contaba con un gran apoyo de los sectores populares. Transformó a las masas populares, de súbditos más o menos pasivos, en interlocutores de una relación política que, si bien demagógica, consulta a estas masas sobre las cuestiones más importantes. Conformó un escenario  político en que las masas se transforman en actoras. El líder o caudillo encuentra maneras de dirigirse a esas masas conformando un imaginario político nuevo, distinto al que había creado el liberalismo constitucional rivadaviano y los unitarios. Ese espacio político era un espacio dramático personalista de diálogo simbólico entre el caudillo y el pueblo, en una relación simbiótica de identificación e interacción, que resultó crucial para el desarrollo del ideario político e histórico del estado nación que se estaba gestando.
Rosas ensaya mecanismos institucionales de consulta y participación popular que van desde el plesbiscito y el voto, hasta las movilizaciones políticas. Suma a los símbolos políticos identificados con la reciente nacionalidad, como la bandera nacional, el escudo y el himno, nuevos símbolos identificados con su partido y su persona: el uso del color rojo en los uniformes militares y en las ropas civiles, tanto en la ciudad como en la campaña, la adopción de un estilo “rosista” de cabello y de barba, el empleo del rojo en la decoración de frentes y el mobiliario, el uso del retrato del dictador en las celebraciones civiles y religiosas. Consulta con frecuencia la voluntad política de las masas: en momentos de reclamar la Suma del Poder Público, que le daba el poder legítimo de constituirse en Dictador, como condición para asumir su segunda gobernación, no se conforma con la aprobación y el voto unánime de los miembros de la Cámara de Representantes de la provincia de Buenos Aires, sino que solicita también la consulta  popular por medio de un plebiscito realizado en la ciudad y en la campaña para legitimar su poder, reclamando el consentimiento directo de las fuerzas populares además del apoyo de los operadores políticos. Sus partidarios debieron movilizar a toda la población  para el voto.
Rosas inicia la “educación” política de las masas  populares, convenciéndolas de que el caudillo representa la ley y tiene el derecho de ejercer la violencia si es necesario en defensa de la ley, según él mismo la interpreta. El caudillo es capaz de comunicarse con el pueblo, y esto lo transforma en un representante legítimo de la voluntad popular y en un interlocutor e intérprete de las aspiraciones  políticas del pueblo. Entre el caudillo y el pueblo hay diálogo, no importa que sea un tirano.

En el caudillismo hay una idealización casi mística de lo popular. El pueblo idolatra a su caudillo porque  previamente el caudillo se ha hecho a imagen y semejanza del pueblo. Esto no significa que el caudillo no tenga sentimientos ambiguos hacia el pueblo, puesto que el caudillo es un ambicioso de poder. Pero el caudillo no tiene identidad política independientemente de su pueblo: son un “yo” y un “otro”, que se dan mutuamente identidad y se esclavizan a un tiempo. La relación es naturalmente dramática, por eso la profusión de ceremonias  públicas políticas: ambos necesitan esa reafirmación para saber que existen, para poder verse reflejados como en un espejo. Por eso también la difusión de las imágenes del caudillo: el pueblo se ve y se reconoce en el caudillo, al adorarlo se adora en un acto de elemental narcisismo. El caudillo se siente, en nombre del pueblo, defensor de los ideales de la nación. Defiende tanto el cuerpo como el espíritu de la Nación, su territorio como sus valores y su religión. Este tipo de caudillismo (diferente a la dictadura del  proletariado concebida por Lenin) es el modo que asume el poder autoritario popular en los gobiernos de las burguesías nacionales.(http://www.lagazeta.com.ar/viva_rosas.htm#05)

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