La dirección de
sus estancias le dio a Rosas un gran conocimiento sobre la vida y las
costumbres de sus peones.
"Me
propuse adquirir esa influencia a toda costa; para ello fue preciso hacerme
gaucho como ellos, protegerlos, hacerme su apoderado, cuidar de sus intereses,
en fin no ahorrar trabajo ni medios para adquirir más su confianza." (Juan
Manuel de Rosas)
Rosas,
el caudillo “gaucho”, creó un discurso simple, de alto contenido simbólico --
al que contribuyen la vestimenta, las imágenes, los emblemas partidarios, las
consignas --, apelando a un proceso de recepción mitologizante, que reafirme en
las masas su sentido de pertenencia a la nación.
“…su base eran los gauchos y los orilleros, a lo que unió los negros,
fomentando sus tambores y candombes, asistiendo a sus bailes africanos en plena
plaza Victoria. Demócrata por temperamento, las masas populares fueron su
baluarte” (Ernesto Quesada).
Veamos como ejemplo: cuando fue
electo gobernador su colega el general Martín Rodríguez, estalló una
revolución, dirigida por el coronel Manuel Pagola, que ocupó el centro de la
ciudad. Rosas se puso a disposición de Rodríguez, e inició el ataque,
derrotando completamente a los rebeldes. Los
cronistas de esos días recordaron la disciplina que reinaba entre los gauchos
de Rosas.
Más adelante,
durante la dictadura de Lavalle, Rosas fue uno de los que organizó la
resistencia y otra vez, fueron los gauchos los que enfrentaron a los jefes
unitarios.
Los indígenas
En cuanto a su relación con los
indígenas se pueden resaltar dos facetas: por un lado, hay que tener en cuenta
su participación en la campaña del desierto (que por otra parte no estaba mal
visto en su época)
Pero por otro lado causaba
admiración en los llamados “indios amigos”. Para poner un ejemplo, cuando este asumió por segunda
vez la gobernación de la provincia, el cacique Catriel en Tapalqué declaró:
“Juan
Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis indios moriremos por
él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos como vivimos en
fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras viva Juan Manuel todos
seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras esposas e
hijos. Todos los que están aquí pueden atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha
dicho y aconsejado ha salido bien.”
Años
después de la caída de Rosas, el mismo Catriel señalaba:
“Nuestro
hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado
el Samborombón y el Salado y que jineteaba y boleaba como los indios y se
loncoteaba con los indios y que nos regaló vacas, yeguas, caña y prendas de
plata, mientras él fue Cacique General nunca los indios malones invadimos, por
la amistad que teníamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y
lo desterraron, invadimos todos juntos”
Esto se debía tanto al acercamiento que había
logrado con las tribus (como puede leerse en la segunda cita como a lo ocurrido
en la conquista del desierto: Rosas logró poner de su lado al ejército, a los
estancieros y la opinión pública. Y el agradecimiento de las provincias de
Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron libres de saqueos
importantes por muchos años. Sin embargo, el único grupo de indios que no fue
totalmente dominado, los ranqueles, siguieron siendo vistos como un problema
para los habitantes de estas provincias.Los sectores populares urbanos
Como ya se mencionó anteriormente, Rosas
contaba con un gran apoyo de los sectores populares. Transformó
a las masas populares, de súbditos más o menos pasivos, en interlocutores de
una relación política que, si bien demagógica, consulta a estas masas sobre las
cuestiones más importantes. Conformó un escenario político en que las
masas se transforman en actoras. El líder o caudillo encuentra maneras de
dirigirse a esas masas conformando un imaginario político nuevo, distinto al
que había creado el liberalismo constitucional rivadaviano y los unitarios. Ese
espacio político era un espacio dramático personalista de diálogo simbólico
entre el caudillo y el pueblo, en una relación simbiótica de identificación e
interacción, que resultó crucial para el desarrollo del ideario político e
histórico del estado nación que se estaba gestando.
Rosas ensaya mecanismos
institucionales de consulta y participación popular que van desde el plesbiscito
y el voto, hasta las movilizaciones políticas. Suma a los símbolos políticos
identificados con la reciente nacionalidad, como la bandera nacional, el escudo
y el himno, nuevos símbolos identificados con su partido y su persona: el uso
del color rojo en los uniformes militares y en las ropas civiles, tanto en la
ciudad como en la campaña, la adopción de un estilo “rosista” de cabello y de
barba, el empleo del rojo en la decoración de frentes y el mobiliario, el uso
del retrato del dictador en las celebraciones civiles y religiosas. Consulta
con frecuencia la voluntad política de las masas: en momentos de reclamar la
Suma del Poder Público, que le daba el poder legítimo de constituirse en
Dictador, como condición para asumir su segunda gobernación, no se conforma con
la aprobación y el voto unánime de los miembros de la Cámara de Representantes
de la provincia de Buenos Aires, sino que solicita también la consulta
popular por medio de un plebiscito realizado en la ciudad y en la campaña
para legitimar su poder, reclamando el consentimiento directo de las fuerzas
populares además del apoyo de los operadores políticos. Sus partidarios
debieron movilizar a toda la población para el voto.
Rosas inicia la “educación”
política de las masas populares, convenciéndolas de que el caudillo
representa la ley y tiene el derecho de ejercer la violencia si es necesario en
defensa de la ley, según él mismo la interpreta. El caudillo es capaz de
comunicarse con el pueblo, y esto lo transforma en un representante legítimo de
la voluntad popular y en un interlocutor e intérprete de las aspiraciones
políticas del pueblo. Entre el caudillo y el pueblo hay diálogo, no importa
que sea un tirano.
En el caudillismo hay una
idealización casi mística de lo popular. El pueblo idolatra a su caudillo
porque previamente el caudillo se ha hecho a imagen y semejanza del
pueblo. Esto no significa que el caudillo no tenga sentimientos ambiguos hacia
el pueblo, puesto que el caudillo es un ambicioso de poder. Pero el caudillo no
tiene identidad política independientemente de su pueblo: son un “yo” y un
“otro”, que se dan mutuamente identidad y se esclavizan a un tiempo. La
relación es naturalmente dramática, por eso la profusión de ceremonias
públicas políticas: ambos necesitan esa reafirmación para saber que
existen, para poder verse reflejados como en un espejo. Por eso también la
difusión de las imágenes del caudillo: el pueblo se ve y se reconoce en el
caudillo, al adorarlo se adora en un acto de elemental narcisismo. El caudillo
se siente, en nombre del pueblo, defensor de los ideales de la nación. Defiende
tanto el cuerpo como el espíritu de la Nación, su territorio como sus valores y
su religión. Este tipo de caudillismo (diferente a la dictadura del
proletariado concebida por Lenin) es el modo que asume el poder
autoritario popular en los gobiernos de las burguesías nacionales.( http://www.lagazeta.com.ar/viva_rosas.htm#05)
GRAAACIAS!
ResponderBorrarkgkhu
ResponderBorrarlol sos re pro
Borrarsi viste
Borrarsi uwu
Borrarme pones caliente aaa >///<
ResponderBorrarnooo como vas a decir eso
ResponderBorrarque te pása yo digo lo que se me da la gan a
ResponderBorrar