domingo, 28 de agosto de 2016

Aspectos controversiales de sus acciones


En 1829 Juan Manuel de Rosas fue proclamado gobernador y capitán general de Buenos Aires. Una semana antes la Sala de Representantes le había otorgado las facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes. Gobernó hasta el 17 de diciembre de 1832, cuando fue reemplazado por el general Juan Ramón Balcarce, pero volvería al poder en marzo de 1835 y su gobierno se prolongaría hasta su derrocamiento en la batalla de Caseros, en febrero de 1852.

Durante el rosismo creció la actividad ganadera bonaerense, las exportaciones y algunas industrias del interior que fueron protegidas por la Ley de Aduanas. Pero Rosas se opuso sistemáticamente a la organización nacional y a la sanción de una constitución, porque ello hubiera significado el reparto de las rentas aduaneras al resto del país y la pérdida de la hegemonía porteña. En aquellos años se profundizó la polarización del país que comenzaba a formarse, en medio de sangrientas luchas intestinas.


A fines de 1880 se escriben obras sobre Rosas en un contexto en el cual primaban visiones negativas sobre Rosas y el rosismo. Éstas habían sido moldeadas esencialmente por los intelectuales de la Generación del 37, quienes al calor del combate contra su gobierno habían forjado una visión de él en la que la barbarie rural, la violencia, la arbitrariedad y el desconocimiento de toda legalidad constituían los rasgos básicos que atribuían al régimen de caudillos y, sobre todo, al más sanguinario y consistente de todos, el de Juan Manuel de Rosas.

Oficialismo rosista y oposición no recurrieron sólo a textos con pretensiones eruditas sino que también difundieron imágenes contrapuestas de Rosas tanto entre las elites letradas como entre el público popular. Vista la cuestión retrospectivamente, algo no puede ser obviado: fue durante la década de 1840 que se produjeron una serie abigarrada de textos de muy distintas características formales pero que contribuyeron a construir todo un relato de la figura de Rosas y de su trayectoria, y fueron ellos los que suministraron las bases para el desarrollo historiográfico posterior, al menos hasta la década de 1980.


La voluminosa producción sobre Rosas y el rosismo entre los años 60 y 70 responden a un fenómeno político-cultural de enorme incidencia: la fusión que se estaba produciendo entre revisionismo y peronismo.

Según Arturo Jauretche:

“(Rosas) defenderá las rutas interiores y entre las primeras los ríos, llaves maestras de la época, porque es a la Nación que él dirige corresponde regular la exportación y la importación y no a las supuestas leyes económicas con que se enmascara la política imperial. La defensa de la soberanía, su resistencia a Francia e Inglaterra, así como sus relaciones con los países disgregados del tronco común tienden a unificar esa política del sistema americano.” (Rosas y su política integradora)


Aunque sin afrontar el desafío de escribir una biografía de Rosas, Tulio Halperín Donghi contribuyó a situar de un nuevo modo su figura en el devenir histórico de la sociedad rioplatense posrevolucionaria. Entre las múltiples novedades que contenía su propuesta, tres no pueden ser soslayadas: por un lado, Halperín volvía a dar relevancia a un fenómeno social que Rosas y sus contemporáneos habían tenido muy en cuenta pero que el desarrollo historiográfico posterior había terminado por menoscabar o simplificar al extremo: el acceso de Rosas al poder había sido posible por lo que Halperín denominaba en 1972 “el alzamiento campesino de 1829, que cambia el destino de la provincia y el país; no el primero ni el último, pero sí el más intenso entre los que en la Argentina protagonizaron poblaciones rurales hartas de guerra”. Por otro lado, porque permitía asignar un significado histórico al rosismo que venía a superar una discusión tan intensa como estéril: para Halperín el rosismo había sido una solución política lentamente preparada por la crisis desatada por la revolución, la guerra y la ruptura del orden económico virreinal hasta transformarse “en la hija legítima de la revolución de 1810”. Por último, porque contenía una nueva manera de explicar la formación de la clase terrateniente porteña a la que en los años siguientes introduciría nuevas variaciones y que implicaba una nueva y más compleja mirada sobre sus relaciones con Rosas. (Tulio Halperín Donghi: De la revolución de independencia a la confederación rosista, Buenos Aires, Paidós, 1972, pp. 262-263; Revolución y guerra. Formación de una élite dirigente en la Argentina criolla, Buenos Aires, Siglo XXI, 1972, p. 419.)


Se trata, por tanto, de prestarles atención simultáneamente tanto a la especificidad con que cada individualidad se relacionaba con su entorno social como a los modos en que ese mundo social plasmaba esa individualidad con base en toda una gama de relaciones.


Rosas no fue siempre el mismo, como no lo fue la sociedad en la que vivió ni lo fue ese fenómeno social y político que denominamos rosismo. No fue sólo lo que quiso ser sino también lo que otros creyeron que era y quisieron que fuera. En ese sentido, quizás acertaba mucho su ilustre sobrino: para poder entender a Rosas y a su época “es siempre interesante seguirle la pista a una creencia popular, ya sea que perjudique o favorezca”. (Lucio V. Mansilla, Rozas. Ensayo histórico-psicológico, Buenos Aires, La Cultura Argentina, 1925, p. 124.)

17 comentarios:

  1. che estaría bueno encontrar resumen bldo además es una banda lpm

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  2. Muy buena info muy util me ahorro muchas horas de busqueda en mi house

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  3. Dejen de quejarse y resuman manga de vagos..

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  4. Con 2 de hierro y un palito se hace una espada en minecraft

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  5. pegenlo en resoomer y a la mierda JAJAJAJA

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  7. Juan Manuel de Rosas asumió como gobernador de Buenos Aires en 1829, respaldado por facultades extraordinarias y el título de Restaurador de las Leyes. Aunque su gobierno promovió el crecimiento ganadero, exportaciones e industrias protegidas por la Ley de Aduanas, se opuso a la organización nacional y la constitución, temiendo la pérdida de la hegemonía porteña. Esta resistencia exacerbó la polarización y las luchas internas en Argentina.

    En la década de 1880, las visiones negativas sobre Rosas prevalecían, especialmente por la Generación del 37. A partir de la década de 1840, se escribieron textos que contribuyeron a construir la narrativa de Rosas, influyendo en la historiografía hasta los años 80. La explosión de producción en las décadas del 60 y 70 reflejó la fusión entre revisionismo y peronismo.

    Arturo Jauretche destaca la defensa de Rosas de la soberanía, resistencia a potencias extranjeras y su política integradora en América. Tulio Halperín Donghi resalta el alzamiento campesino de 1829 como clave para entender el ascenso de Rosas y su papel como solución política post-revolucionaria.

    Halperín Donghi también ofrece una perspectiva compleja sobre la clase terrateniente porteña y las relaciones con Rosas. La diversidad de interpretaciones sobre Rosas y su época subraya la necesidad de considerar tanto la especificidad individual como las dinámicas sociales. Rosas, como figura, fue moldeado por las creencias populares, siendo tanto lo que quiso ser como lo que otros creían que era.

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  8. Las acciones controversiales de Rosas incluyeron su oposición sistemática a la organización nacional y la constitución, con el temor de perder la hegemonía porteña. Aunque su gobierno impulsó el crecimiento ganadero e industrial en Buenos Aires, esta resistencia intensificó la polarización y las luchas internas en Argentina. Además, su liderazgo durante la década de 1840 contribuyó a la formación de una narrativa controvertida sobre su figura, caracterizada por visiones negativas, especialmente moldeadas por la Generación del 37.

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